La Asonada Militar del 4 de Junio: Un Hito en la Historia Argentina
Oscar «Cacho» Cuartango exministro de trabajo de la pcia de Buenos Aires, nos relata un momento bisagra en la historia política argentina
En junio conmemoramos el aniversario de dos acontecimientos que marcaron profundamente la historia de nuestro país: se cumplen 82 años de la asonada militar del 4 de junio de 1943, antecedente directo del ascenso al poder del entonces Coronel Juan Domingo Perón, evento que puso fin a lo que Arturo Jauretche denominó con precisión «La Década Infame». Paralelamente, ese mismo día, pero de 1946 —hace 79 años—, Perón asumió la presidencia de la Nación tras imponerse en las elecciones celebradas el 24 de febrero de ese año, donde derrotó al arco opositor nucleado en la Unión Democrática que impulsaba la fórmula Tamborini-Mosca.
Siguiendo la perspectiva de José María Rosas como historiador y pensador político, Perón transformó la asonada de 1943 en una auténtica revolución pacífica, iniciando así lo que más tarde se consolidaría constitucionalmente en 1949 como una histórica conquista de derechos.
Es importante destacar que los acontecimientos iniciados el 4 de junio de 1943 —que se extendieron hasta el triunfo electoral de la fórmula Perón-Quijano— fueron sumamente turbulentos. Prueba de ello es la dinámica sucesión presidencial ocurrida desde el comienzo de la asonada militar hasta la consolidación de Edelmiro Farrell como presidente y Juan Domingo Perón como vicepresidente.
Inicialmente, la presidencia fue asumida por el General Rawson, con el General Ramírez como vicepresidente. Ante la renuncia forzada de Rawson, Ramírez asumió la presidencia, con el General Farrell como su vice. Posteriormente, tras la renuncia -también forzada- de Ramírez, Farrell lo sucedió con el Coronel Perón como vicepresidente.
A diferencia de sus antecesores en la vicepresidencia, Perón marcó un punto de inflexión aquel 17 de octubre de 1945. Cuando descendió del balcón ante un Farrell aterrado por la movilización popular —sin precedentes hasta entonces—, fue consultado: «¿y ahora qué quiere?». Y, pudiendo ser designado presidente de facto en ese momento, se diferenció de sus predecesores al solicitar la convocatoria a elecciones libres, actitud que definiría para siempre el comportamiento peronista.
Así, Perón inició el 4 de junio de 1946 el segundo ciclo de presidentes legítimamente electos por voto popular —ciclo inaugurado por Hipólito Yrigoyen—, situación que se mantuvo hasta su derrocamiento en 1955 mediante un golpe militar.

Desde entonces, y hasta el regreso de Perón de su exilio forzado en los años 70, todos los gobiernos, incluidos los de Frondizi e Illia, quedaron deslegitimados por la proscripción del peronismo. Esta situación solo fue revertida con la elección que dio el triunfo a la fórmula Cámpora/Solano Lima -quienes representaban al peronismo pese a la proscripción de Juan Perón por una estratagema de Lanusse-. Tras su posterior renuncia, resultó electa la fórmula Perón/Perón.
De este modo, el histórico líder sigue siendo, hasta nuestros días, el único argentino electo tres veces presidente de la nación.
No puedo ni quiero dejar de transcribir el segundo párrafo del discurso de Perón ante los Constituyentes del 27 de enero de 1949, bajo el título «El derecho a la revolución»:
«La constitución conculcada, las leyes incumplidas o hechas a medida de los intereses contrarios a La Patria; las instituciones políticas y la organización económica al servicio del capitalismo internacional; los ciudadanos burlados en sus más elementales derechos cívicos; los trabajadores a merced de las arbitrariedades de quienes obraban con la impunidad que les aseguraban los gobiernos complacientes. Este es el cuadro que vivamente refleja la situación al producirse el movimiento militar de 1943.»
Estas palabras mantienen una sorprendente actualidad. Perón continuaba:
«La historia nos enseña que esta revolución legítima, es siempre triunfante, no es la asonada, ni el motín, ni el cuartelazo; es la voz, la conciencia y la fuerza del pueblo oprimido que salta o rompe la valla que lo oprime. No es la obra del egoísmo y de la maldad. La revolución en estos casos es legítima, precisamente porque derriba el egoísmo y la maldad.»
Y esclarecedoramente concluía:
«No cayeron éstos pulverizados el 4 de junio. Agazapados, aguardaron el momento propicio para recuperar posiciones pérdidas. Pero el pueblo, esta vez, el pueblo solo, supo enterrarlos definitivamente el 17 de octubre.»
La Ley Bases y el Paquete Fiscal: Un Nuevo Capítulo en la Historia Argentina
Los oscuros intereses antinacionales que Perón, erróneamente, consideró definitivamente superados en octubre de 1945, continúan hoy más que agazapados: permanecen sumamente activos. La evidencia más contundente de esta realidad se materializa en la sanción de la controvertida «Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos» (Ley 27.742) y el paquete fiscal complementario, aprobados en junio de 2024 y promulgados el 8 de julio de 2024 bajo la administración del presidente Javier Milei.
Este paquete legislativo, tras seis meses de intensas negociaciones desde su presentación inicial en diciembre de 2023, representa un profundo retroceso en materia de derechos laborales, sociales y soberanía nacional. El proyecto original de 664 artículos fue reducido a 238 en su versión final, pero mantiene el núcleo ideológico de una transformación neoliberal del Estado argentino.
La Ley Bases establece un estado de «emergencia pública» en materia administrativa, económica, financiera y energética por el plazo de un año, otorgando facultades delegadas al Poder Ejecutivo que le permiten modificar o eliminar competencias y funciones de organismos públicos. Estas facultades extraordinarias facilitan la implementación de un programa de privatizaciones y desregulaciones que afecta profundamente la estructura del Estado.
Entre los aspectos más preocupantes de esta legislación se encuentran:
1. La privatización de empresas estatales estratégicas, incluida Energía Argentina SA, comprometiendo recursos fundamentales para nuestra soberanía energética.
2. La desregulación de mercados clave, incluyendo los hidrocarburos y la energía eléctrica, abriendo la puerta a la especulación y el control por parte de capitales extranjeros.
3. Una reforma laboral regresiva que incluye:
o Un «blanqueo laboral» que beneficia principalmente a los empleadores.
o La posibilidad de reemplazar indemnizaciones por despido mediante la creación de un «fondo de cese laboral».
o Extensión del período de prueba laboral hasta 12 meses, facilitando la precarización del empleo.
4. Un Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) que otorga privilegios fiscales, aduaneros y cambiarios a grandes proyectos de inversión extranjera, en detrimento de la industria nacional.
5. Un blanqueo de capitales que permite regularizar activos no declarados, incluidos dinero, propiedades y criptoactivos, tanto en Argentina como en el exterior, con escasos controles sobre su origen.
El impacto de estas medidas se traduce en la transferencia de riqueza desde los sectores populares hacia los grupos económicos concentrados, la precarización del trabajo y el desmantelamiento de mecanismos de protección social construidos durante décadas.
La aprobación de este paquete legislativo no estuvo exenta de conflictividad social. Durante el debate parlamentario, miles de ciudadanos se manifestaron en las inmediaciones del Congreso en defensa de derechos adquiridos, siendo reprimidos violentamente por las fuerzas de seguridad, con decenas de detenidos y heridos.
Estas reformas regresivas confirman la vigencia del análisis histórico de Perón sobre los intereses económicos contrarios a la soberanía nacional y el bienestar del pueblo trabajador. La Ley Bases representa un ataque frontal a los principios de independencia económica, soberanía política y justicia social que constituyeron los pilares del proyecto nacional y popular.
Hoy más que nunca, es imperativo reforzar nuestras convicciones y luchar por la recuperación de estos principios fundamentales, tan golpeados por las políticas neoliberales del gobierno actual. Esta lucha no es solo por nosotros, sino por las generaciones futuras que merecen una Argentina soberana, justa y democrática.
Se lo debemos a Perón, a los trabajadores y a nuestros descendientes y a las generaciones futuras.