Fuentes Seguras. La trama subyacente de la gran reunión y las presiones cada vez más intensas

La reunión entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump que se realizará en Alaska, encendió las más sonoras alarmas en el seno del Occidente controlado por los grandes capitales financieros.
Por un lado, se registra una ofensiva verbal de las agencias de Inteligencia británicas y norteamericanas a través de sus medios concentrados, con el objetivo de denunciar que el presidente norteamericano está pasando a ser un socio, o peor, un empleado de su colega ruso. También, que el encuentro carece de validez debido a la ausencia de Kiev en la mesa de negociaciones. Además de la presión directa, ese andamiaje discursivo ambiciona debilitar la base social trumpista, proclive a flamear banderas nacionalistas oblicuas que incluyen el anticomunismo como tradición. De tal modo, los espacios de poder que combaten la reindustrialización interna, invierten los términos y demonizan el camino productivista que intenta Trump, cuando son ellos quienes lo sofrenan y promueven la continuidad del esquema rentístico.
Por otro, ese mismo conglomerado está buscando relevos bélicos ante la eventualidad de un proceso pacificador en la frontera ruso ucraniana y, tal vez, en el llamado Oriente Medio. Es claro que el Cáucaso, esa región que configura un puente entre Europa oriental y Asia occidental, entre el mar Negro y el mar Caspio, es una opción tentadora. Sobre todo porque ciertos países poseen caldo de cultivo interno a la hora de habilitar provocaciones destinadas a complicar a la Federación de Rusia. También, que en los Balcanes aquella intervención de la OTAN para desmembrar Yugoslavia, ha dejado un rastro de enfrentamientos horizontales en zonas centelleantes que solo necesitan un buen empujón para derivar en conflicto. Asimismo, vale considerar el litigio abierto entre Tailandia y Camboya. El origen de los problemas tiene matriz colonial previa, interna en el último tramo y geoestratégica en proyección. Para no abundar en este punto, cabe indicar que el Occidente central, conducido por la City londinense y Wall Street, anhelan escarmentar al ASEAN por su progresivo acercamiento a China en particular y a los BRICS en general.
Seguimos atravesando el momento más riesgoso. Las alarmas citadas empezaron a hacerse oír con más intensidad cuando el asesor de Putin sobre Asuntos Internacionales, Yuri Ushakov y el enviado especial para las negociaciones con los Estados Unidos, KirilDmitrieff, pero también el representante norteamericano Steve Witkoff, apuntaron que los puntos que se abordarán en esta reunión -sin descartar cónclaves posteriores- se asientan en una probable cooperación económica entre ambas naciones. Ushakov, dijo que Rusia y los Estados Unidos son vecinos cercanos, tienen fronteras el uno con el otro, y parece lógico que se reúnan en Alaska. Escandalizó al indicar que “Los intereses económicos de nuestros países se intersectan en Alaska y en el Artico, y hay posibilidades de realizar proyectos a gran escala mutuamente beneficiosos”.
Enseguida Dmitrieff señaló que es preciso asociarse en materia de medio ambiente, infraestructura y energía en el Artico y más allá. Dmitireff advirtió que varios países interesados en la continuidad del conflicto en Ucrania, harán grandes esfuerzos con provocaciones y desinformación, para perturbar la reunión los presidentes Putin y Trump. Ninguna prevención es antojadiza. El diario británico The Telegraph señaló que la cumbre es, en sí misma, una concesión inaceptable por parte de Trump. En línea con varios dirigentes europeos, el medio indicó que se trataba de una situación inaceptable, pues no debería efectuarse el encuentro sin la presencia de Volodimir Zelenszky. Ese medio apuntó que “Putin ha recibido un nuevo regalo del señor Trump: una cumbre bilateral sin la presencia de la otra parte”.
También se difundieron cuestionamientos al delegado trumpiano. La línea que destacó entre las críticas es la que califica a Witkoff como “un experto en tentar a los Estados Unidos para desarrollar negocios que benefician a Rusia”. Las corporaciones están difundiendo la idea de que el enviado estadounidense trabaja de común acuerdo con Putin, en vez de considerarlo un enemigo. Witkoff, que también evaluó la posibilidad de acuerdos de fondo para emprendimientos económicos bilaterales de largo plazo, se reunió durante tres horas con el jefe de Estado de la Federación en el Kremlin. Luego, para colmo, habló con el premier israelí BenjamínNetanyahu, a quien informó que su país está trabajando en “un plan para poner fin a la guerra de Gaza”.

Asoma aquí el temor de la City de Londres y el poder concentrado, basado en una realidad conmocionante: sus referencias consideran posibles los acuerdos económicos entre Rusia y los Estados Unidos. El eje de la reunión bien puede ser la relación entra ambas naciones, además de la situación ucraniana. Esto no significa que, si resulta imposible un acercamiento, Trump no intente pegar un nuevo viraje y se convierta en el peor de los guerreristas, pues no admitirá quedar sin respaldo alguno y terminar siendo desplazado por las fuerzas internas y externas que, de modo conjugado, necesitan poner en caja al gobierno de los Estados Unidos. Pero eso, Putin lo sabe. Por tanto, no extremará las exigencias al punto de contribuir a anular el único interlocutor que pudo descubrir en Washington.
Alguna vez Séneca apuntó “No hay viento favorable para el barco que no sabe a qué puerto se dirige”. Pero mejor cerremos con una idea luminosa de Nicolás Maquiavelo, quien resultó adulterado por reiteradas incomprensiones: “Las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse”.
