De mecánico a granjero: Rigo y el sueño del jamón patagónico

«No me van a encontrar nunca prolijo a mí si sigo así. Antes andaba engrasado con los fierros y ahora enchastrado con los animalitos”, bromea Rigo al recibirnos en medio de la paz de su chacra de Contralmirante Cordero.

Decenas de cerditos bien nutridos caminan con prisa y a puro bullicio sobre uno de los márgenes del amplio predio mientras él, en un rato libre, despunta el vicio arreglando el auto de un amigo.

Se trata de un mecánico histórico del pago devenido en granjero, quien formó con su ladera de siempre, su mujer Cristina, una pequeña empresa de producción familiar para autoabastecerse de alimentos y generar también para los vecinos.

De espíritu emprendedor, integra una cooperativa “de Pequeños Productores Unidos” que crece en la región y a la vez es miembro de una Federación Nacional de Agricultura.

Barba blanca y rostro colorado, tiene más pinta de chacarero que de mecánico si bien se capacitó para ambas funciones y logró buen suceso en los dos rubros.

“La mecánica me apasionó desde chico por más que no tuve influencia familiar ni ningún pariente en ese oficio. Siempre fui muy preguntón con el tema industrial. Primero estudiaba por correo y luego en Cinco Saltos, donde me recibí de mecánico de automotores. Tengo el taller propio que ahora lo alquilo pero la pasión siempre está”, admite tirado debajo del vehículo de Mario, su compinche, al que ayuda a cambiarle “las rótulas y los precaps”.

Es que en el patio del establecimiento, camino a la granja, también se destaca un pequeño espacio tuerca donde guarda las herramientas y cada tanto repara sus vehículos y los de su entorno. No puede con su genio.

El sueño del jamón patagónico

El establecimiento de Rigo está ubicado “cerca de la pasarela del Canal Grande, en Cordero”. Allí, en la granja Ruca Lihue cuenta con una producción de cerdo con “30 madres registradas en el Senasa, lo que en algún momento aumenta la cantidad a 100 ó 120 animales en casa”, detalla.

Es decir, su vida dio un giro de 180 grados en términos laborales. “Hace unos 10 ó 12 años alquilé mi taller mecánico y me dediqué con mi compañera y mi familia a esto. Cristina es una parte fundamental”, resalta a esa porteña que hoy parece una gringa más. Hay que verla como le mete el cuerpo y se “embarra las patas” en las arduas tareas cotidianas en el criadero de chanchos.

Con el valioso apoyo de sus tres hijos, este matrimonio trabajador tiene en claros los objetivos. “Nos propusimos por un lado hacer un producto distinto, con características propias. La alimentación incluso la elaboramos nosotros más allá de que el maíz sí lo compramos en Buenos Aires. Pero después armamos dietas de alimentos para obtener un animal bastante más cercano a lo natural. Ahora, de hecho, estamos con una fábrica de queso de Cipolletti, trabajando con un derivado del queso, el suero. Es un líquido que viene con minerales y el cerdo lo asimila muy bien, eliminando un poco el maíz”, especifica este hincha de Boca.

Y a propósito de las metas, hay una que los desvela y aquí revela. “Queremos instalar la idea de que los productores familiares generamos alimentos para nosotros y los vecinos; comprender que se puede elaborar en el campo y como una forma de vida. Nuestro mayor objetivo es llegar a tener una producción de jamón patagónico propio. Una denominación de jamón hecho acá”, admite su ambicioso desafío.

No es un improvisado sino que al optar por una nueva forma de vida decidió “estudiar en la Universidad para agregarle a las condiciones de producción histórica la parte técnica-científica”.

Confiesa que, a nivel comercial, la única y mejor publicidad es el “boca en boca” que se forma entre los clientes fijos a los que “tratamos de sostener todo el año no solo retener 3 meses. Eso requiere de un gran esfuerzo. La carne de cerdo ha crecido mucho y esta es de la mejor”, saca chapa la única vez que deja la humildad de lado en la charla con LM Cipolletti.

En la Cooperativa regional y la Federación Nacional

El compromiso de Rigo con su emprendimiento es muy grande. Así, por un lado integra la Cooperativa regional que no para de crecer.

“Somos 28 formalizados de distintos emprendimientos y tiene una antigüedad de 10 ó 12 años. Contamos con herramientas en común, tractores, maquinarias para la cosecha del pasto, tratamiento del suelo. Siempre buscando la mejor organización. La sede está en ruta 70 yendo al Lago Pellegrini, a pocos metros del puente del Arroyón, el otro día del Gobierno de Río Negro difundieron lo del pimentón. Instalamos dos silos. Es un predio 25 hectáreas, cerrado y este año queremos avanzar en armar sistema de producción riesgo. Una de las mayores ventajas es la posibilidad de comprar insumos en conjunto y abaratar costos”, argumenta.

Y por otra parte, “integro la Federación de Organizaciones nucleadas de la Agricultura Nacional y suelo viajar a las reuniones a Buenos Aires, la vez pasada estuvimos con importantes autoridades en el Congreso. Ahí si me hubieran visto perfumado y bien empilchado jaja”, culmina Rigo, el mecánico granjero de Cordero que la rompe con los cerdos.

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